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RadioResistenCIA COVID
FalsaPandemia AGENDA 2021-2030
enero 2020 - 2030
La crisis del coronavirus
Un año fumigando contra el coronavirus y otros casos de “teatro pandémico”
Las
pruebas del contagio por superficies o la utilidad de las
nebulizaciones están en entredicho, pero todavía se gastan recursos en
estas medidas que ofrecen una falsa sensación de seguridad
La
Administración estadounidense decidió fumigar las instalaciones de la
Casa Blanca tras la marcha de Donald Trump. Así, horas antes de que Joe
Biden ocupara la residencia presidencial, un equipo de operarios se
dedicó a nebulizar desinfectante por las estancias. La semana pasada,
los británicos veían cómo su primer ministro, Boris Johnson, se esmeraba
con afán en la limpieza del asiento de una silla. Un año después de que
un nuevo coronavirus sometiera al mundo, se toman demasiadas medidas de
cara a la galería. Es el “teatro pandémico”, como lo definió en abril
de 2020 la investigadora Zeynep Tufekci en un artículo en el que
criticaba acciones inútiles y hasta contraproducentes, como cerrar los
parques.
En aquellas primeras semanas, las pruebas científicas
empezaban a recopilarse. Algunas, de forma contradictoria.
Escandalizaban fotografías de familias en jardines y paseos, los lugares
más seguros. Circulaban por los móviles tablas que detallaban lo mucho
que podía aguantar el coronavirus en determinadas superficies. Se
recomendaba limpiar los zapatos, la compra e incluso la ropa al volver
de la calle. Pero ya hace meses que sabemos que no es necesario tanto
esfuerzo. “Yo dejé de ver evidencias convincentes hace mucho y dejé de
hacerlo”, explica la viróloga Margarita del Val sobre el empeño en
fregarlo todo. Las posibilidades de contagio por superficies —por
fómites, en lenguaje médico— son escasas. El Centro Europeo de Control
de Enfermedades (ECDC) lo aclara así: “Se considera posible, aunque,
hasta el momento, no se ha documentado la transmisión a través de
fómites”. Los CDC, su equivalente estadounidense, aseguran que “no se
cree que la propagación a través del contacto con superficies
contaminadas sea una forma común de propagación de la covid-19″.
“Tras un año de pandemia, las pruebas ahora son claras. El coronavirus
SARS-CoV-2 se transmite predominantemente a través del aire”
Después
de más de cien millones de contagios, no se ha podido probar que
alguien se infectó tras tocar una superficie contaminada. “Tras un año
de pandemia, las pruebas ahora son claras. El coronavirus SARS-CoV-2 se
transmite predominantemente a través del aire, por personas que hablan y
exhalan gotas grandes y pequeñas partículas llamadas aerosoles”,
zanjaba en un editorial la revista Nature. Y lamentaba que algunas
autoridades insistan en la desinfección permanente de superficies: “El
resultado es un mensaje público confuso cuando se necesita una guía
clara sobre cómo priorizar los esfuerzos para prevenir la propagación
del virus”. Eso no quiere decir que dejemos de lavarnos las manos y usar
gel en las tiendas, porque el contacto directo es una vía posible de
contagio. No es necesario concentrar esfuerzos en desinfectar cartones
de leche o paredes de edificios que nadie va a tocar.
Los alemanes no quieren ponerse la vacuna de AstraZeneca
Del
Val, directora de la plataforma del CSIC para la covid, se fija en la
vertiente psicológica del problema: “A mucha gente le caben como máximo
un par de medidas en su vida diaria y una es la mascarilla, la otra es
limpiar todo o la distancia y no nos cabe ventilar además”. Elvis
García, experto en salud pública de la Universidad de Harvard considera
que el problema con el “teatro de la higiene” es que “es fácil de
entender, intuitivo y fácil de atacar”. Y añade: “Lo de las partículas y
las mascarillas es más difícil de entender”. No obstante, según la
encuesta Cosmo-Spain, del Instituto de Salud Carlos III, el conocimiento
de los modos de contagio —y la necesidad de ventilar— es alto en
España.
Ya en sus recomendaciones de marzo de 2020, el ECDC solo
aconsejaba limpiar puntos especialmente manoseados, como pomos,
interruptores, pasamanos y botones de ascensor, mientras por las calles
el ejército ya fumigaba bancos y aceras al aire libre. La científica
Teresa Moreno, del IDAEA-CSIC, analizó la presencia del coronavirus en
las barras y botones del metro y los autobuses de Barcelona en los meses
de mayo y junio. “En aquel momento la gente pensaba que el contagio se
daba más por superficies”, recuerda, pero también tomaron muestras de
aire porque es su especialidad. Encontraron trazas del virus en ambos
elementos, pero se trataba de fragmentos que no tenían capacidad de
infectar. “En el aire encontramos niveles bajos, y era de cuando la
gente no llevaba mascarilla, por lo que no parece un foco de infección;
yo uso el transporte público y no siento que vaya en un sitio
peligroso”, señala Moreno.
Una persona desinfecta el perímetro que rodea un colegio público gallego, en febrero de 2021 tras un brote en el centro.
Una
persona desinfecta el perímetro que rodea un colegio público gallego,
en febrero de 2021 tras un brote en el centro.Carlos Castro (Europa
Press)
Lo más interesante es que había vehículos que Transportes
Metropolitanos de Barcelona limpiaba con lejía y otros fumigando con
ozono. Los que se desinfectaban con un trapo y lejía quedaron libres de
rastros del virus después de la limpieza, pero no los autobuses
vaporizados. “Vimos que con los cañones de ozono era muy difícil que se
repartiera por todo el vehículo. En concentraciones bajas, el ozono no
hace nada, seguíamos encontrando trazas. Y en altísimas no es viable
porque es muy tóxico”, indica la científica. “Estoy preocupada por los
artilugios que se están ofreciendo ahora, porque son muy tóxicos,
reaccionan con los materiales y perjudican a la salud”, advierte. Del
Val apunta: “No está nada claro que funcionen, y hay que ventilar en
cualquier caso al acabar, por la toxicidad para las mucosas: pues
ventila bien y ya vale”.
“La pulverización de desinfectantes
no se recomienda debido a la falta de efectividad y posibles daños al
medio ambiente y seres humanos”
Las autoridades sanitarias
son claras en ese aspecto. El ECDC señala que “la pulverización (también
denominada fumigación) de desinfectantes al aire libre o en grandes
superficies interiores (salas, aulas o edificios), o el uso de radiación
de luz ultravioleta, no se recomienda para la población debido a la
falta de efectividad, posibles daños al medio ambiente y la posible
exposición de los seres humanos a productos químicos irritantes”. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) también se opone claramente al
uso de esprays, por inútil y peligroso, en entornos y también en
personas, en esos túneles de lavado que nebulizan productos al acceder a
algunos entornos.
En su página para desmentir mitos de la
pandemia, la OMS también aclara que las posibilidades de contagiar con
los zapatos es “muy baja” y que los escáneres de temperatura no sirven
para detectar enfermos de covid, porque muchos no presentan ese síntoma y
aun así son contagiosos. “La pistola para medir la temperatura no tiene
mucho sentido. En el ébola sí, porque solo contagias si tienes fiebre,
pero en este caso el coste oportunidad es solo de cara a la galería”,
señala García. Y reclama: “Lo que necesitas no son termómetros para los
viajeros, sino una cuarentena de diez días”. Además, el ECDC desaconseja
el uso de guantes porque “no confieren un beneficio adicional y pueden
provocar una higiene de manos inadecuada y una mayor contaminación de
las superficies”.
“Vimos que con los cañones de ozono era muy
difícil que se repartiera por todo el vehículo. En concentraciones
bajas, el ozono no hace nada, seguíamos encontrando trazas. Y en
altísimas no es viable porque es muy tóxico”
De nuevo, son
decisiones teatrales que pueden dar una falsa sensación de seguridad,
para quien entre a un edificio con alfombras para limpiar suelas, arcos
pulverizadores y asistentes con termómetros. El epidemiólogo Miguel
Hernán, de Harvard, critica otros “teatros pandémicos” que se siguen
representando, como “el teatro de imponer distancia de seguridad, que no
se controla, en bares mal ventilados como si no existiera contagio por
aerosoles cuando se habla en voz alta porque la música impide oírse”. O
el “teatro de recomendar teletrabajo en vez de regularlo por ley para
todos los puestos en los que es posible”.
García apunta a otras
cuestiones que también le parecen representaciones sin sustancia: “Hay
medidas importantes que no se han querido tomar y se han inventado cosas
a cambio, como los hospitales de pandemias, los cierres perimetrales
cuando la incidencia está igual de disparada en todos los barrios, las
discusiones por el toque de queda de locales que tendrían que cerrarse,
vestir a operarios de astronautas para cualquier cosa”. “Son cosas
intuitivas, aunque no tengan sentido”, asegura. Y apunta un último
aspecto que visual y psicológicamente tiene una gran influencia: las
olas de contagios. “Es una construcción que provoca que la gente esté
predispuesta a que venga el virus. A los gobiernos les viene bien porque
asumimos que es algo inevitable que sucede sin más. Cuando nos
enfrentamos a una epidemia hay que meterse a fondo a acabar con ella, no
usar ese lenguaje teatral de las olas”, critica.
RazaUnidaLibre https://www.youtube.com/watch?v=KrJ9a9E_T_U @GlodeJo07 @callodehacha @HernanGomezB @EnriqueAlfaroR @FedericoArreola Propone el presidente que la consulta la organice el pueblo si el @INEMexico se niega a hacerlo.Insisten @lorenzocordovav y @CiroMurayamaINE en q se les rebase;entonces,se les rebasará https://t.co/9LaELhcfEl
#REEED @RedReziztenCIA https://acortar.link/x0Udgr
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